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pepitas

amnesia líquida 

 

 

En el lapso una boa

atraía con la lengua el gesto   

una llave suspendía el claroscuro

iba cediendo no sujeta

lo elástico de cruzar a nado el desierto 

 

si fuera la tensión en lo vívido lo que olvido, soltárame

en un tarareo umbilical,  del miedo al rapto a no volver pantanal escabullirse sin verticales guías, dejarme ir

en un chorreo de penumbrosos pliegues, nombrárame

nuevamente sin celdas penas que amputen, sin ser miembro confabular perderme en el rito

 

in flama ir tras

ir flama in tras

otrora

 

llama el amor en lo que desinfla sin ínfulas, solarización

de cierta partícula verdad desiste, como linfa indecisa   

de cronos olvídase, en soledad las delicias de estrellarse 

aguas abajo en la noche

noctilucas

   estrelicias    

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                                                                caro garcía vautier

el resplandor interno

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En la pintura de Gabriela suele vibrar después de algunos instantes de contemplación, un silencio. Es inusual, en esta época de imágenes que gritan. Una pintura que no parte de la imagen sino de la percepción interna que incluye, desde luego, a las formas, que son asimismo los signos activos, los signos del alma. Destaca matéricamente su uso de los tonos, su corporización pulsátil, fruto de (ya) una vida de observación. Aprecio de las formas en tanto encarnan la vida misma, allí en el límite mismo con lo imprevisto, indecible. A la vez: pintura que no pone tanto el ojo en las formas sino, más bien, en sus suscitaciones afectivas. Los elementos naturales, especialmente del reino vegetal, son materia predilecta para Gabriela, cuyo tacto los hace aflorar, en realidad como quien acerca hasta el ojo (enceguecido por las imágenes y sus mil persuasiones distractivas) la dimensión silenciosa.

 

Por ello Gabriela también es poeta: por la larga escucha que, me consta, suele anteceder y siempre acompaña el desarrollo, veloz o dilatado, de cada una de sus pinturas. Se trate de obras en formato pequeño (generalmente acuarela sobre papel) como de otras de mayor porte (generalmente acuarela sobre tela), activan el resplandor interno. Cuántas veces la he visto, quieta durante horas, con un libro subrayado en las manos, cavilando en su taller, rodeada de sus herramientas, preparándose, esperando la llegada del tono preciso, del contacto necesario. Gabriela vive esa espera, a veces angustiosa, a veces canceriana, como algo más que una incubación de próximas composiciones. Creo percibir, en esa espera suya, la evidencia de su constante vinculo con la pintura en tanto forma de percibir y aportar. Por eso nunca la he visto preocupada por la consagración de un estilo pictórico. Por el contrario, es el borramiento de cualquier interferencia entre la mano y el ojo lo que quizá constituya el trasfondo de la experiencia espiritual de esta artista cuya obra se presenta tan grave como ingrávida.

 

                                                                                       reynaldo jiménez

                                                  la transparencia vegetal                                         

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Del verde, de color traspasado con agua, visto a través del agua, a veces con la gota descubierta que corre por su vera, en línea alzada, alta la mano puede ensanchar o adelgazar la línea. Y el verde que se cuela y aparece, reaparece como reminiscencia, reverbera en la luz que trata en el través. Es una luz cactácea, de savia atravesada, ese es el verde que acude y cunde entre las tierras y cernidor de una memoria que el ojo hace resplandecer visto de nuevo: cántaros de oro, textiles ancestrales, probables planicies vistas desde un auto un día de lluvia, el verde en el correr del parabrisas, las tierras arenosas y moradas, las tierras en las que el verde se parece al silencio o en las plantas en que aparece el agua dentro de lo populoso de su carne. La transparencia viene de ese azul que detrás suma con aire, o vela el amarillo, transformándolo en otro que pasa del esmeralda al veronés, del verdín al verdor, el color del follaje, la luz que cambia en la arboleda. Hojas transparentes, papel de seda, colores trasparentes en hojas transparentes que superpuestos cambian en una producción que no termina, en una sucesión que continúa y empieza cada vez. Telas que parecen con la textura de la seda en ocasiones, y que son una extensión de un suelo en otras, una larga extensión predesértica, arenosa, construida en el tiento, tentando hacia un cromatismo que ha hechizado en ese ir desde lo conocido a lo no conocido. Extender sobre líneas —que a veces son zonas— la sutileza del color, hacer valer a los colores en la continuidad, en la reverberación solar, en el regocijo de la luz. Casi siempre verticales las líneas de color hacen a veces un efecto aéreo y nos retrotraen a un cielo, a un espacio anterior al sueño en el que se va cayendo con nitidez, intensamente. Y la arboleda, el cambio de la luz en la arboleda, el ojo que registró la tierra y sus colores, el cielo y el verdor visto a contraluz del cielo, cambian, vuelven, se mueven despertando, convidando a la fiesta secreta de estar vivo.
   

                                                                                                               silvia guerra

tessituras solares

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A pintura de gabriela giusti é uma saudação ao sol, à chuva e ao tempo. Talvez entre as árvores de um bosque a luz provoque emanações semelhantes, ou, quem sabe sobre o manto de um velho xamã, as cores movimentem-se com essa leveza mágica.

                                                                                  jussara salazar

trama de la transparencia

 

 

Líneas, rayas, rayitas, incansables; verticales, metódicas, melódicas, inquietas. Nacidas de una necesidad, y de una insistencia, como para señalar en el campo de la verticalidad menos un motivo que una apertura y una voluntad de ver; como para subrayar que la linealidad puede no ser alineamiento, como para indicar en lo linear del rayo, el estambre, la fibra, el alcance de una visión que se itera en sonoro (coloro) mantra.

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Un juicio apresurado y superficial puede relacionar las primeras obras de esta serie —precisamente las pequeñas telas del año 2000— con las Florestas del brasileño Lasar Segall, en las que se advierte un proceso de síntesis dominando la representación figurativa. Es preciso señalar de inmediato la diferencia: lo que en Segall es llegada, término de una evolución visual y creativa; en Gabriela Giusti es partida, principio de una mirada que explorando la variación cromática y compositiva marca por el contrario, un fino sendero que va desde lo abstracto (lo que implica una no-referencia; en todo caso, un significante sin-sentido adjudicable) hacia una posibilidad figurativa —y sólo una posibilidad ya que lo figurativo jamás se da en Gabriela Giusti como intención previa o meta a alcanzar. La imagen puede remitir a una lluvia, puede parecer un manojo extendido de cañas de bambú, escalas volcadas, o cintas, franjas melódicas de color conteniendo pequeñas costuras; sin embargo, siempre se podrá confirmar que no hay una idea previa al acto sino una revelación de la imagen en el acto de pintar. Es el ojo de quien mira el que dará una posibilidad de sentido a la imagen del cuadro, y si no, al menos constatará un ritmo, la insistencia de una mano en dotar al espacio, a la visión del espacio, el ritmo de una organización lineal-cromática. Gabriela Giusti raya el espacio del cuadro y al hacerlo pone en ritmo la luz; ahí donde subraya el detalle, dice luminosidad, levedad, ligereza; y ahí donde las transparencias de la acuarela, del acrílico —toda su técnica es un arte combinado de materiales solubles al agua— se superponen capa a capa, habla del tiempo, de la sucesión de instantes, a la vez que es una introspección objetiva —quiero decir sin sujeto— en lo espacial.

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El resultado es un conjunto de obras amplio: desde pinturas ops (de vivos efectos visuales) hasta finos encuadres decorativos. Animada por cierta actitud minimalista en la composición, es no obstante de una elaboración compleja en los matices, en las veladuras y en las transparencias, en el contrapunto cromático. Si bien en las primeras obras es rara la horizontal —apenas aparece para cortar significativamente el plano, para dejar trascender una idea sintética, una intención figurativa— en las telas pintadas después de una estadía en Paracas, en 2004, se produce un notorio cambio en la composición del cuadro que no se asienta ya en la urdimbre (es decir, en la verticalidad de los hilos) sino en tramas abiertas, extendidas, donde las líneas, restringidas a zonas muy definidas funcionan como elementos de tensión y fuga. La línea hiende ahora la superficie para una composición diferente, en la que predomina otra instancia de pintura, más calma. Lo textil se vuelve un instrumento para explorar nuevamente el espacio del cuadro, pero el acercamiento a los tejidos indígenas no promueve, sin embargo, una intención geométrica —ajena a la obra de Giusti—, sino una nueva necesidad: traducir no figurativamente los elementos inmanentes de esa experiencia. El paisaje de Paracas —el color de los cerros colorados, el horizonte— le permite a Gabriela las posibilidades materiales de trabajar otra paleta, emparentada con los rojos cálidos, las tierras, los ocres; experimentar con pigmentos nuevos; pensar incluso las telas casi en un doble significado: como cuadro y como estampado. Si bien las telas remiten a los estampados, a las fibras de los tejidos tanto a nivel material como decorativo, no se podría decir que ésta sea su finalidad, sino más bien hay que entenderlo como campo de exploración visual. Por otra parte, los colores pasteles son los que predominan viniendo a reafirmar una tendencia que ya se observaba en obras anteriores, de transición, donde las rayas se hacían franjas, y el uso del color puro se atenuaba en busca del matiz y no tanto del contraste cromático.

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La obra de Gabriela Giusti, va de una visión microscópica, de atención al detalle, hasta un punto donde la mirada se hace trama de la transparencia; va de la reiteración abigarrada (de una idea, un motivo) hasta la levedad coloreada del espacio; parte de la variación del tema hasta la proliferación sutil de la diferencia. Su trabajo está signado por la delicadeza pero también por la constancia. Se podría decir que su método es la impregnación de lo inasible en el color; su logro, la realización concreta del tiempo en la prosecución de una idea abstracta. Pero, fundamentalmente, esta obra lleva marcada en su desasimiento de toda intención anecdótica, el sentido más intenso, algo sagrado si se quiere, alcanzar en sí misma, la instancia —absoluta— de la pintura: una indecible belleza.

                                                                                             

                                                                                                                                                         carlos riccardo

río pinturas

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líneas de quien las camina
líneas de quien las trajina
líneas desprevenidas
líneas desateridas

rayas fuera de jaula
rayas fuera del aula
rayas en el agua
rayas en la tigra

manchas que son de algo
manchas del son sangrado
manchas que se aglutinan
manchas que nadie escucha

trazos desocupando
trazos danzando
trazos considerando
trazos regresando

colores donde hubo nombres
colores para ensimismarlos
colores precarios dones
colores para clara y para carlos

vegetaciones adentro de los rasgos
murmuraciones afuera del letargo
amnióticas de antes del presagio
lo que quiere venir sin ser rasgado

planos que no se inclinan
planos para cruzarlos
planos como en el viento esa risa
planos sin parabrisas

líneas con vertical más lenta
líneas con vértice de espádices
líneas llenas de dudas desnudas
líneas peces en sus propias lunas

el pincel otro dedo
el pincel pela el ojo
el pincel parte la sed
el pincel sabe esperar

rayas de corteza
rayas de tristeza
rayas de dicha
rayas contradichas

tramas indeciblemente
tramas permanentemente
tramas discontinuamente
tramas impredeciblemente

sinuosidad sin fondo
fondo para observar
observar silencio
para ser observado

observarse la sed
para abstenerse al ser
ser hombre ser mujer
hueco en la red

hueco la mano
hueco la voz
hueco el trazo
hueco la vía

líneas que dan la vuelta
líneas que se sueltan
líneas donde las veas
líneas que dan la vuelta

líneas que son nadie
líneas que son solas
líneas para sombra
líneas para asomarse

líneas de la palma
líneas de la ruta
líneas de horizonte
líneas como frutas

líneas como pelos
líneas como flujos
líneas como pejes
líneas como hojas

líneas donde moverse
líneas donde no verse
líneas donde atreverse
líneas donde atravesarse

líneas del más acá
líneas en contacto
líneas pasto
líneas lluvia

yo soy otro cuando toco
lo que has pintado
cuando pinto con los ojos
lo que has tocado

pintar lo que se ama
pintar sin antes
pintar sin mañana
pintar e irse por las ramas

pintar como si nada jamás
pintar para alguien más
pintar durante siglos
pintar siglos sintiendo

curiosidad sin fondo
fondo para bucear
para buscar silencio
para ser encontrado

para atenerse a la sed
para abstenerse a no ver
para ser hombre ser mujer
para hacerse esta red

trazos donde sale el sol
rayas pararrayos
ni control ni descontrol
luces alertas de caballos

de relumbre en la caverna
de rumor en la calavera
de puro amor es primavera
de dolor muda la voz interna

la voz que colorea
la voz que tiñe
la voz que saborea
la voz que trasluce

mano es ojo
ojo red de pesca
red el arco iris
pérdida

pintar por amor
pintar porque hay
pintar cornucopia
pintar como un ciervo

pintar como un loco
pintar como un niño
pintar como un cuervo
pintar sin máscara

pintar sin ambages
pintar sin traje
pintar retraer sin fin
pintar para no herir

cura salina
siembra rutina
cunde otra risa
sacude brisa

líneas sin antes
líneas nómades
líneas recordantes
líneas insaciables

vos no sos sino la que cala
la desmemoria del mandala
mientras pasa que no pasa
lo que se queda en blanco

tu confianza
tu esperanza
tu batalla
tu pensamiento

tu huella
tu florecilla
tu alabanza
tu sentimiento

rayas de plumas
rayas de telares
rayas de tatuajes
rayas de pellejos

líneas de frescura
líneas de dulzura
líneas hembras
líneas médulas

el pincel es alta tecnología
el pincel sonaja pararradares
el pincel con sus melodías
el pincel atrapapesares

la canción apura la rima
la pintura es frente a sí
inocente cuando madura
la mirada en el aire vibra

mirar cómo se da el espacio
como encinto topacio mirar
si es que alguien pudiera
mirar como si nadie pintara

como si no hubiera medida
si fuera de la vida no fuera
mínima luz de las líneas
ariadnas hijas sirenas

seguir saliendo
seguir ahondando
seguir mirando
seguir estando

para no cegar
para no cejar
para no ceder
para ceder lugar

rayas de cerca
rayos de lejos
ríos de ojos
ramajes


                                 reynaldo jiménez

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